viernes, 11 de septiembre de 2009

PEDRO MIR: HAY UN PAIS EN EL MUNDO



Hay un país en el mundo

colocado en el mismo trayecto del sol, Oriundo de la noche.

Colocado en un inverosímil archipiélagode azúcar y de alcohol.

Sencillamenteliviano,como un ala de murciélagoapoyado en la brisa.

Sencillamenteclaro,como el rastro del beso en las solterasantiguaso el día en los tejados.SencillamenteFrutal.

Fluvial. Y material.

Y sin embargo sencillamente tórrido y pateado como una adolescente en las caderas.

Sencillamente triste y oprimido.

Sinceramente agreste y despoblado.


En verdad. Con dos millones suma de la vida y entre tanto cuatro cordilleras cardinales y una inmensa bahía y otra inmensa bahía, tres penínsulas con islas adyacentes y un asombro de ríos verticales y tierra bajo los árboles y tierra bajo los ríos y en la falta del monte y al pie de la colina y detrás del horizonte y tierra desde el cantío de los gallos y tierra bajo el galope de los caballos y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor y debajo de todas las huellas y en medio el amor.

Entonceses lo que he declarado.

Hay un país en el mundo sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá que en este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar cantando su franja propietaria.

Este amor quebrará su inocencia solitaria.

Pero no. Y creeráque en medio de esta tierra recrecida, donde quiera, donde ruedan montañas por los vallescomo frescas monedas azules, donde duerme un bosque en cada flor y en cada flor de la vida, irán los campesinos por la loma dormida gozar forcejeando con su propia cosecha.


Este amor doblará su luminosa flecha.

Pero no.
Y creeráque donde el viento asalta el íntimo terróny lo convierte en tropas de cumbres y praderas, donde cada colina parece un corazón, en cada campesino irán las primaveras cantando entre los surcos su propiedad.

Este amoralcanzará su floreciente edad.

Pero no.

Hayun país en el mundo donde un campesino breveseco y agriomuere y muerde descalzo su polvo derruido,y la tierra no alcanza para bronca muerte.¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.En un país pequeño y agredido.

Sencillamente triste,triste y torvo, triste y acre.

Ya lo dijesencillamente triste y oprimido.

No es eso solamente. Faltan hombrespara tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones.

Madre de la hortaliza.Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.

Madre solícita y nocturna junto al lecho...Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces los alcen contra el sol y la distancia.

Contra las leyes de la gravedad.Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.Y los hombres que se acuesten con la arcillay la dejen parida de paredes.Y los hombresque descifren los dioses de los ríosy los suban temblando entre las redes.

Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros y en toda desolación.

Es decir, faltan hombres.Y falta una canción.


Procedente del fondo de la nochevengo a hablar de un país.

Precisamentepobre de población.

Pero... no es eso solamente.

Natural de la noche soy producto de un viaje.

Dadme tiempo coraje para hacer la canción.



Pulmón de nido nivel de lunasalud del oro guitarra abiertafinal de viaje donde una isla los campesinos no tienen tierra. Decid al viento los apellidosde los ladrones y las cavernasy abrid los ojos donde un desastre los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño que se detiene junto a una piedra

abre una herida donde unos ojos

los campesinos no tienen tierra. Los que la roban no tienen ángelesno tiene órbita entre las piernas

no tiene sexo donde una patria

los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañasno tienen tierra no tienen tierra. País inverosímil.

Donde la tierra brotay se derrama y cruje como una vena rota,

donde alcanza la estatura del vértigo,

donde las aves nadan o vuelan pero en el medio no hay más que tierra:

los campesinos no tienen tierra.Y entonces ¿de dónde ha salido esta canción?¿Cómo es posible?¿Quién dice que entre la fina salud del orolos campesinos no tienen tierra?

Esa es otra canción. Escuchad la canción deliciosa de los ingenios de azúcary de alcohol. Miro un brusco tropel de raíles son del ingenio sus soportes de verde aborigenson del ingenio

y las mansas montañas de origenson del ingenio y la caña y la yerba y el mimbre son del ingenio

y los muelles y el agua y el liquen

son del ingenio y el camino y sus dos cicatrices

son del ingenio y los pueblos pequeños y vírgenes

son del ingenio y los brazos del hombre más simple

son del ingenio y sus venas de joven calibre

son del ingenio y los guardias con voz de fusiles

son del ingenio y las manchas del plomo en las ingles

son del ingenio y la furia y el odio sin límites

son del ingenio y las leyes calladas y tristes

son del ingenio y las culpas que no se redimen

son del ingenio

veinte veces lo digo y lo dije

son del ingenio“nuestros campos de gloria repiten”

son del ingenioen la sombra del ancla persisten

son del ingenio aunque arrojen la carga del crimen lejos del puerto con la sangre y el sudor y el salitre son del ingenio.

Y éste es el resultado.

El día luminoso regresando a través de los cristales del azúcar, primero se encuentra al labrador.

En seguida al leñero y al picadorde caña rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano serenocon el reloj, que lo mira con su muerte secreta,

y a la joven temprana cosiéndose los párpados en el saco cien mil y al rastro del salario perdido entre las hojas del listero.

Y al perfil sudoroso de los cargadores envueltos en su capa de músculos morenos.

Y al albañil celeste colocando en el cielo el último ladrillo de la chimenea.

Y al carpintero gris clavando el ataúd para la urgente muerte,

cuando suena el silbato, blanco y definitivo,que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldasde repente, corre entre los raíles,

sube por las grúas, cae en los almacenes.

En los patios, al pie de una lavandera, mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.

En las calles se queja en el pregón. Apenas su pie despunta desgarra los pesebres.

Recorre las ciudades llenas de los abogados que no son más que placas y silencio, a los poetas que no son más que nieblas y silencio y a los jueces silenciosos.

Sube, salta, delira en las esquinas y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.

¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre.

Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento

Sangre en el efectivo producto de amargura.

Este es un país que no merece el nombre de país.

Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.



Es cierto que lo beso y que me besay que su beso no sabe más que a sangre.

Que día vendrá, oculto en la esperanza,

con su canasta llena de iras implacablesy rostros contraídos y puños y puñales.

Pero tened cuidado. No es justo que el castigo caiga sobre todos. Busquemos los culpables.

Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos sobre los hombros de los culpables.

Y así palor de luna pasajeros despoblados y agrestes del rocío,

van montañas y valles por el río camino de los puertos extranjeros.

Es verdad que en el tránsito del río, cordilleras de miel, desfiladeros de azúcar y cristales marineros disfrutan de un metálico albedrío, y que al pie del esfuerzo solidario aparece el instinto proletario.

Pero ebrio de orégano y de anís

y mártir de los tórridos paisajes

hay un hombre de pie en los engranajes.

Desterrado en su tierra.


Y un paísen el mundo,

fragante, colocado en el mismo trayecto de la guerra.

Traficante de tierras y sin tierra.

Material. Matinal. Y desterrado. Y así no puede ser. Desde la sierraprocederá un rumor iluminado probablemente ronco y derramado.

Probablemente en busca de la tierra.

Traspasará los campos y el celeste dominio desde el este hasta el oeste

conmoviendo la última raíz

y sacando los héroes de la tumba

habrá sangre de nuevo en el país

habrá sangre de nuevo en el país.

Y esta es mi última palabra.

Quieroo írla.

Quiero verla en cada puerta de religión, donde una mano abierta solicita un milagro del estero.

Quiero ver su amargura necesaria donde el hombre y la res y el surco duermen y adelgazan los sueños en el germen de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.

Donde arde una suplica pálida y secretay siguiendo el carril de la carreta un boyero se extingue con la tarde.

Después No quiero más que paz. Un nido de constructiva paz en cada palma

Y quizás a propósito del alma el enjambre de besos y el olvido.



Pedro Mir ( 1913-2000)

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