lunes, 16 de marzo de 2009

EL LUSTRADOR DE ZAPATOS



Al caer el crepúsculo la gran ciudad murió para el lustrador de zapatos, el sol ardiente se retiro de manera descortés, sin despedida como el agua de los mares. Ya era hora de recoger la caja de limpiar botas, el sillón preparado con corchas de algún mueble viejo, adaptado, para el confort de los clientes, ya se agito la ciudad y no hay tiempo para un lustrado de zapato. Guarda sus motetes en el sótano de la cafetería que le queda en frente administrada por don Chucho y Magnolia ancianos esposos que han cuidado de Alfredo(el limpia botas) desde que hace más de diez años fue abandonado por su padre en la zona colonial cuando apenas tenia nueve años.

Camino al suburbio Alfredo gasta el dinero de su esforzado trabajo en cada banca de apuesta, cien al cuatro, el palé abonado, apuesta a los yanqui a más, Cincinati a juego y menos, y para completar un Loto electrónico de esos que te prometen hacerte millonario. Al final la parada en una cantina para con una chatita de agua ardiente entre bachata y ruido, irse happy a altas horas de la noche a la cama de su humilde vivienda, o a compartir sus penas con el primer espectro femenino que apareciera en un despojo de hotel.

Así eran los días de Alfredo, trabajo duro durante el día y al final todo ese esfuerzo paraba en juegos y parrandas, –alma errante e indócil en busca de mejor suerte - don Chucho y Magnolia ya no podían controlar los desafueros de su joven retoño de crianza, ellos no tenían hijos y cifraban esperanza en este que les lanzó el destino. Alfredo nunca estudió, quizás por eso vivía de esta manera su vida.

– vida de la que todo desconocía, tanto que ignoraba que vivía-

La mañana era un tropiezo para una vida tan agitada, el sermón madrugador de sus padres era estimulo suficiente para levantase y presentarse temprano al trabajo. Los bolsillos llenos de ticket pelados, la resaca exigiéndole cama y alimentos, mucha demanda de trabajo, el sol le derrite como ¨ el fuego al chocolate.

Este parecía no ser un día de suerte, al sol templado y ardiente lo ocultó una nube, que trajo la brisa mojando las expectativas del día

–En santo domingo el día más claro llueve-


Dijo Alfredo, tomando un periódico dejado por un cliente, y colocándoselo en la cabeza para cubrirse la lluvia a pesar de estar ya empapado.

Alfredo fue al toldo de una tienda cercana a protegerse de la lluvia cuando vio en un anuncio del diario que tenia en sus manos los números ganadores del loto electrónico, sacó su ticket de entre una decena de papeles y confrontó con los números del anuncio-¡¡¡ pegué coño, pegué!!!- fue lo único que se escuchó, mientras un Alfredo eufórico corría como loco, y desaparecía para todos, hasta para sus padres.

Al cabo de cinco días, a las seis de la tarde, en un carro con placa de un rent-car, tres chicas y dos amigos, ropa nueva y con una gran cadena dorada, exhibiéndose por el barrio Alfredo cerveza en mano repetía: –¡gané un millón!- echando vainas como si hubiese perdido la cabeza por ese hecho.

Al llegar a la puerta de su casa don Pancho y Magnolia lo observaron con un poco de desprecio, al mirar la facha de Alfredo y sus acompañantes.

Don Chucho no se contuvo y tomando a su hijo de crianza de la mano lo arrojó en un mueble de bambú tejido de guano, colocado en la humilde sala de la casita de madera techada con zinc, y cerrando la puerta de mala manera, le dijo en alta voz:

-Esto es el colmo, te hemos dado un techo donde vivir desde aquel día en que desapareció tu padre-
-te aguantamos tus vainas por tanto tiempo y ahora te sacas unos cuartos y te los parrandea, dime de donde sacaste esos amigos que nunca vi mientras lustrabas zapatos –

Siguió don Pancho su abrupto dialogo; la vieja Magnolia interrumpió con voz apaciguada y temblorosa diciendo

-hijo, esos con los que gasta tu dinero no son tus amigos, aparecen ahora y no descansaran hasta verte sin nada… ¿puedes entenderlo?-

una lágrima se posó en su mejilla y un nudo en su garganta le trabó su arrugada voz.

-Mama no llores…- Dijo el muchacho cual inocente niño.


-No hay problema ya aseguré mi futuro… ya surtí y arreglé mi caja de lustrar zapatos-

Continuò diciendo con mirada perdida y ademanes incoherentes.

2 comentarios:

sdnorte dijo...

GRACIAS POR VISITAR EN LITERATURA

Claudia Agramonte Saba dijo...

Es de tu autoria?