sábado, 27 de febrero de 2010

2012: ¿fin del mundo?

La cultura occidental no es la cultura maya, y por eso en el mundo actual es muy difícil interpretar el evento que en Occidente llamamos el 21 de diciembre de 2012. Verdades y mentiras acerca de esa profecía. El antropólogo y el mayor astrólogo del país devela la dimensión real de 2012.

Por alguna razón mística o misteriosa y por lo general debido a la ignorancia religiosa de la masa, cuando se acerca un cambio de milenio se despliega por el orbe entero el runrún de la terminación del mundo. Como según Nostradamus o quienes lo interpretan, el mundo debía acabarse en 1999 y no se acabó, entonces se han inventado que el antiguo pueblo maya de Mesoamérica había decretado desde las profundidades de sus calendarios que el mundo se va a terminar el 21 de diciembre del año 2012.



Me he acercado al tema de la cultura maya como arqueólogo que soy por profesión y como astrólogo por vocación. Ambas materias me han dado la suficiente luz no sólo acerca del devenir humano sino también acerca de mi propia vida. Y no podemos comprender a qué se referían los mayas si sacamos del contexto de su propia cultura semejante aseveración. Es decir, para entender qué significa para ellos esa fecha, tenemos que conocer su mundo, su antiguo mundo cosmológico, y quedarnos ahí sin extraer ninguna conclusión moderna apocalíptica.



No puede juzgarse desde nuestra educación moderna y occidental un pensamiento absolutamente diferente del nuestro como lo es, lo fue y lo será el del mundo maya. Eso no impide que podamos acceder a conocimientos tan arcaicos, pero si no sabemos hacerlo, terminaremos inventándonos, como Nostradamus o quienes lo interpretan, que el mundo se acabará en 2012.



El último de sus calendarios Katún de 7.200 días comenzó el 5 de abril de 1993 y termina precisamente el 21 de diciembre de 2012

Para los mayas el mundo era universal, y el universo era su mundo. Y tanto fue así que idearon veinte calendarios con los cuales podían seguir sus ciclos y comprender el suyo propio dentro de los ciclos mayores del cosmos. Y como el presente artículo no pretende ser un tratado astronómico maya, entremos de lleno en su mundo calendárico, para así tratar de comprender la extraña fecha del 21 de diciembre de 2012.



Los calendarios mayas abarcan los ciclos de Venus, Marte, Júpiter, las Pléyades (que les indicaba cuándo cambiar de ciudad y construir otra), Sirio, el Sol (varios calendarios) y calendarios de diferentes días, tanto que para ellos era fundamental lo que sucedía cada nueve días o Bolom Ajaw que puede traducirse como Nueve Sol.



El calendario llamado Ixim Tum es conocido como el del Conteo de la Tierra Labrada, que dura 130 días dividido en 10 semanas de 13 días. Como su nombre lo indica, es el calendario agrícola. Chol Tun o Conteo de los 20 es el calendario de 360 días. El llamado Ikix es el calendario de Luna y Tierra o de 364 días basado en los 28 días lunares que gira 13 veces (13 lunas llenas) durante su duración cíclica. El calendario Haab o de 365 días es un calendario solar de 18 meses de 20 días y que trae la modificación de 5 días que en algunas culturas son llamados días aciagos o de penurias, que en Occidente están relacionados con los años bisiestos. El calendario de 52 años es conocido como Ekchumil y está relacionado con el movimiento de las Pléyades, semejante al Tikú que combina ciclos de 9 y 13 años. El ciclo terrestre es el calendario de 260 años o Katún Putz´u. El calendario Katún es aquel de 20 años de 360 días o de cuenta corta que se ajusta en el 2012 con otros 7 ciclos calendáricos. Y así llegamos a la cuenta larga calendárica de 5.200 años, llamado Winaq May Kin, que es el centro de referencia para aquel 21 de diciembre de 2012.



Dichos calendarios eran dimensionales, divinos, proféticos, sagrados, siderales. Todos los calendarios intervenían en la arquitectura, la religión, la sociedad en general y obviamente en su cosmovisión. Tenían, como en la India, el concepto del cero, avance matemático cuya carencia inicial en nuestro calendario gregoriano nos hace vivir bajo un calendario equivocado.



Los mayas, que vivieron en alrededor de 330.000 kilómetros cuadrados comprendida la actual Mesoamérica desde el sur de México hasta El Salvador, por medio de sus distintos calendarios o maneras de medir el tiempo bajaron el Cielo a la Tierra y lo plasmaron en ella como lo dice el antiguo aforismo: "Como es arriba es abajo". Al fin y al cabo, según sus cálculos, su cultura abarca unos 13.000 años de antigüedad.


Sin pretender profundizar en cada uno de los calendarios, cosa que abarca tratados completos, su principal calendario era el llamado Chol Q´iij o Conteo de los Días, especie de horóscopo actual en que por el día de nacimiento, el libreto del individuo maya estaba escrito para ser vivido de una manera predeterminada. Si ese calendario era el eje de su vida, tenía que ser también el eje de los demás calendarios mayas. El Chol Q´iij pone a la persona en contacto de unidad con la totalidad del universo y del mundo cercano que le corresponde vivir. Este calendario de 260 días, el período de gestación en el vientre materno, dividido en meses de veinte días lo llevamos todos en el cuerpo humano, pues corresponde a los veinte dedos multiplicados por 13 días o las principales articulaciones del cuerpo humano: tobillos, rodillas, caderas, muñecas, codos, hombros, todas ellas pares, y la número trece, el cuello. Cuando caminamos, camina el calendario humano con nosotros. El maya es uno con él, somos uno con él. En él se juntan el espacio y el tiempo, y es el individuo el encargado y responsable de armonizarse con su propia naturaleza y la naturaleza del cosmos en general.



El llamado calendario de cuatrocientos años se conoce con el nombre de Baktún; el de cada veinte años es Katún; el de 360 días se denomina Tun; el de veinte días es Winaq, y el ya mencionado ciclo de día a día es Q´iij. Y he aquí los cinco principales calendarios de la cultura maya. Pero son ocho los que se alinean en la no lejana fecha de 2012. Para los mayas, sus principales ocho calendarios tienen -todos ellos- una cita cósmica con el numeral cero, para iniciar una nueva serie de ruedas calendáricas.


¿Qué va a suceder entonces en aquella fecha? Nada, absolutamente nada. O al menos nada extraño que podamos certificar en ese mismo momento.


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